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Hombre, Ciencia y Tecnología ISSN: 1028-0871 Vol. 25, No. 3, jul-sep. pp. 104-110, 2021 Introducción
El frijol común (Phaseolus vulgaris L.) constituye una de las principales fuentes de alimentación por su amplio consumo y valor nutritivo (Phillip et al., 2006). Sin embargo, varios factores abióticos como el estrés hídrico, provocan una disminución en el rendimiento de este cultivo (Campos et al., 2011). Se ha estimado que la sequía reduce en un 60% la producción mundial de granos de frijol común (Porch et al., 2009). Además, el déficit hídrico afecta negativamente procesos fisiológicos y bioquímicos importantes tales como: la fotosíntesis, la respiración, el metabolismo de los carbohidratos, la nutrición mineral de la planta y la síntesis de promotores del crecimiento (Abdellatif et al., 2012).
También el estrés causado por altas temperaturas provoca importantes afectaciones a la producción de frijol común, por cuanto:
-reduce el porcentaje de germinación,
-incrementa el número de plántulas anormales,
-induce floración temprana,
-disminuye la eficiencia de la fijación de nitrógeno atmosférico,
-reduce la estabilidad de las membranas, por lo que se afecta la actividad fotosintética y la acumulación de biomasa (Hungria y Kaschuk, 2014; Reza et al., 2015).
En tal sentido, una alternativa para mejorar la fertilidad de los suelos pueden ser los Microorganismos Eficientes, los mismos que son un cultivo microbiano mixto, de especies seleccionadas de microorganismos benéficos, que inoculados al suelo contribuyen a restablecer el equilibrio microbiano, muchas veces deteriorado por las malas prácticas de manejo agronómico; estos a su vez contribuyen a acelerar la descomposición de los desechos orgánicos en el suelo, lo cual incrementa también la disponibilidad de nutrientes para las plantas.
Entre los diferentes microorganismos que han demostrado efectos positivos en este sentido, se encuentran los llamados microorganismos eficientes (Morocho & Leyva, 2019).
Como tecnología, los microorganismos eficientes (ME), surgen desde la década de los años 60, aunque los mayores avances comienzan con los estudios del profesor de horticultura Dr. Teruo Higa, de la Facultad de Agricultura de la Universidad de Ryukyus en Okinawa aproximadamente en 1970, el que se motivó por la búsqueda de alternativas naturales en la producción agrícola, al sufrir efectos tóxicos de plaguicidas químicos en los primeros años de ejercer su profesión (Callisaya & Fernández, 2017).
El objetivo de este trabajo fue evaluar el efecto que ejercen los microorganismos eficientes en el crecimiento y desarrollo del cultivo del frijol.