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Hombre, Ciencia y Tecnología ISSN: 1028-0871 Vol. 25, No. 3, jul-sep. pp. 56-65, 2021 Introducción
La producción con destino a la alimentación humana y animal, así como el aprovechamiento eficiente de la agrobiodiversidad, son elementos explícitos en las líneas de acción para la seguridad nacional de cada país; de hecho, su escaso o nulo tratamiento conllevaría a bajos niveles de sostenibilidad. La urbanización, los aumentos de la población y el crecimiento de los ingresos están impulsando una fuerte demanda de alimentos en un momento en que la agricultura se enfrenta a problemas sin precedentes por la limitación de los recursos naturales y el cambio climático. Se prevé que la población mundial aumentará de los aproximadamente 7 300 millones actuales a casi 9 800 millones para el 2050, la mayor parte de este aumento tendrá lugar en las regiones en desarrollo (FAO, 2017).
Se impone entonces delinear nuevas estrategias ante estas actuales deficiencias, priorizando los estudios que profundicen en las potencialidades de las plantas alimenticias en todas sus dimensiones, ya que algunas investigaciones sugieren que es infinitesimal el número de especies valoradas por el Homo sapiens para su alimentación si se compara con los miles de especies alimenticias existentes, tanto de origen vegetal como animal. En el transcurso de su adaptación a las diferentes regiones biogeográficas de la Tierra se estima que el hombre ha empleado con estos fines unas 7 000 especies de las cerca de 75 000 comestibles conocidas, cuyo valor alimenticio frecuentemente es superior a los granos utilizados. A esto se añade que cada vez se conoce mejor el potencial acumulado en unas 250 000 plantas con flores, hecho que incrementaría la calidad de la alimentación humana (Myers, 1988).
En medio de las actuales circunstancias, marcadas por la crisis sanitaria global debido a la pandemia de la COVID-19, y la crisis económica aparejada a esta, el estado cubano enfrenta un desafío sin precedentes como país en vías de desarrollo y hace esfuerzos ingentes para lograr una soberanía alimentaria nacional que abarca todos los contextos socio-ecológicos, desde las comunidades locales, municipios y regiones, hasta las provincias y nación. El fortalecimiento de los medios de vida es el cimiento esencial para incrementar la producción nacional de alimentos, insumos y otros bienes, que permitirán al estado garantizar y mantener la seguridad alimentaria a un menor costo económico. (ACNUR, 2014) define los medios de vida (MV) como aquellas actividades que permiten a las personas asegurar las necesidades básicas de la vida, como alimentos, agua, vivienda y ropa.
Surge así entre un equipo de investigadores de la Delegación Territorial del CITMA en la provincia Guantánamo el interés por el rescate y divulgación de conocimientos empíricos relacionados con el arte culinario propio de los habitantes de las comunidades rurales y urbanas donde se han desarrollado otros proyectos e investigaciones llevados a cabo por dicha institución. En la manufactura y preservación de estas recetas y saberes culinarios tiene un papel preponderante la mujer. El valor de uso que periódicamente la mujer le da a la diversidad agrícola tradicional es capaz de conferirle un valor agregado, y la convierten en una aliada insoslayable de su conservación. En otras palabras, representa una manera de reconocer el papel clave de la mujer en su dimensión humana y cultural, en relación con el manejo de la riqueza agrícola en paisajes de gran significación (Piña et al ., 2016).
En contraste, es sabido que las mujeres constituyen un grupo social desfavorecido, muy al margen de su importancia. Ellas administran los hogares y cuidan de sus familiares, esto limita su movilidad y aumenta su vulnerabilidad ante los eventos naturales extremos y los cambios en las oportunidades de empleo (UNFPA, 2009). En este sentido, el problema a