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Hombre, Ciencia y Tecnología ISSN: 1028-0871 Vol. 25, No. 2, abr-jun. pp. 102-109, 2021 Introducción

La humanidad toda, hoy busca la forma de conseguir alimentos para una población en crecimiento constante, al respecto Castro Ruz, F. (2011), plantea: “Es ne cesario aumentar o mantener las áreas y los rendimientos de los cultivos, para disminuir los efectos de la crisis alimentaria mundial. Para una población en el planeta, que, según estimaciones, asciende hoy a 6 900 millones de habitantes, y donde más de mil millones sufren hambre y desnutrición ”.

En recientes estudios de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) se hace referencia a este producto como un alimento tradicional para la región, una fuente importante de sustento económico para familias de bajos ingresos y un alimento de identificación cultural (CEPAL, 2014). El mayor valor nutricional radica, básicamente, en un alto contenido de proteínas que oscila entre el 12 y el 25% del peso de las semillas, es decir 2,5 veces mayor que el de los cereales (IIG, 2013).

El cultivo del frijol común ( Phaseolus vulgaris, L. ) ocupa un lugar importante en la agricultura mundial, por su importancia alimenticia aporta a la nutrición humana el 22 % de proteínas, 7 % de carbohidratos, 32 % de grasas y aceites; se ubica como un cultivo estratégico por su alto contenido en proteínas vegetales; por lo que el contenido proteico es aproximadamente el doble al de la mayoría de los cereales y es rico en micro nutrientes esenciales como el hierro y el ácido fólico CIAT, (2013).

Es importante mencionar que el rendimiento promedio mundial es de 694.3 kg. ha (INISAV, 2011). Los rendimientos mundiales se comportan en 1.4 t ha , logrando buenos rendimientos Puerto Rico, Alemania, Libia y Grecia, siendo los mayores productores Brasil y EE.UU. García, et al., (2010). En la actualidad los precios de los alimentos han ido en ascenso poniendo en peligro de hambruna a numerosos países en los cuales sus producciones no satisfacen las necesidades nutricionales de su población (FAO, 2011).

En la mayoría de los países que lo cultivan, los rendimientos son bajos y están estancados, considerándose que los principales factores responsables son: la alta incidencia de plagas y enfermedades, la sequía, la baja densidad de plantas y la renuencia de los agricultores a invertir debido al riesgo o a la falta de acceso al dinero para invertir (Infoagro, 2011).

El cultivo del frijol en Cuba ha sido durante muchos años una práctica común del campesinado, cuya producción cumplimentó en determinado grado, las necesidades del país. No obstante, en los momentos actuales, donde se siembran alrededor de 100 mil ha anualmente para consumo seco, con rendimiento medio de 1,1 t ha-1, es insuficiente la producción de este importante grano, para satisfacer las necesidades alimenticias de la población, por lo que el estado tiene que recurrir a la importación (MINAGRI, 2010). La mayor importación se reportó en el año 2006 con 147 300 t en el año 2009 las importaciones ascendieron a 75 740 770 CUC y en 2015 se importaron 256 000 t por un valor de importación de 76 800 000 CUC.

Si se tiene en cuenta la demanda de frijol del país, la erogación de divisa por el concepto de importación, la baja calidad del grano importado y el riesgo que se corre al momento de buscar la oferta del mismo con relación a los precios, se podrá comprender que se hace imprescindible la búsqueda de soluciones viables para el autoabastecimiento de este grano.