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Hombre, Ciencia y Tecnología ISSN: 1028-0871 Vol. 24, No. 3, julio-sept. pp. 29-38, 2020 Introducción.

En el Siglo XXI la agricultura sigue siendo el motor para el desarrollo de diversas economías a escala mundial y local, pues constituye tal vez el más importante acto de transformación ecosistémica de la especie humana realizado a través de su adaptación cultural (León y Altieri, 2010). No obstante, el modelo productivo agrícola, heredado de la revolución verde y transgénesis, basado en la industrialización de los recursos naturales y el mercadeo de la sociedad rural; promueve el crecimiento de los monocultivos, productos genéticamente modificados, la degradación de los suelos, pérdida de biodiversidad, uso intensivo de agroquímicos y un consecuente aumento de la pobreza rural y disminución de la agricultura tradicional (Loaiza et al. , 2012).

En contraposición a esta realidad han emergido nuevas estrategias que persiguen un desarrollo sustentable de los medios de producción agrícola, con tendencia más ambientalista, que plantean la necesidad de cambiar el modelo dominante de producción agrícola, hacia otros más sostenibles. La agroecología surge como una de estas nuevas estrategias; robustece con aportes teóricos y metodológicos, al considerar además el conocimiento local los conceptos y principios ecológicos, sociales y económicos. Es por ello que como ciencia transdisciplinar tiene la responsabilidad, de encauzarse al análisis, diseño, desarrollo y evaluación de la sostenibilidad de la agricultura y sus agroecosistemas.

La importancia de evaluar la sostenibilidad de los agroecosistemas tiene que ver no sólo con conocer su estado en un momento determinado, sino también con la posibilidad de mejorarlo, proyectándolo al futuro (Acevedo y Leiton, 2013).A escala internacional se han diseñado múltiples iniciativas basadas en modelos matemáticos, series de tiempo, indicadores y otros para evaluar el estado de los agroecosistemas (Gómez, Limón & Arriaza, 2011), de manera que facilite la toma de decisiones para cumplir con el objetivo del desarrollo sostenible.

Sin embargo, en el análisis efectuado a un conjunto de estas metodologías se identificaron una serie de limitaciones tales como: I) en algunos casos la base teórica y el marco analítico para la selección y derivación de los indicadores específicos no es sólida; II) falta de consenso sobre la manera de desarrollar evaluaciones económicas, a partir de criterios sociales y ambientales; III) existen insuficiencias para la integración de los resultados de los indicadores, por lo que aportan pocos elementos para la planificación y la toma de decisiones; IV) la construcción de los indicadores requiere decisiones arbitrarias en cuanto a la selección, la ponderación y la agregación, y ofrecen una pobre retroalimentación al simplificar el análisis en un solo valor numérico y V) problemas generados en comparaciones de valores provenientes de diferentes dimensiones.

En el caso particular de Cuba, las políticas centradas en la agroecología datan desde los años 90 y son un ejemplo de transformación de la producción agrícola contaminante e insostenible, a una producción de alimentos ecológicos y sostenibles, aplicados como respuesta a un momento de crisis. Según los resultados de la visita de GREENPEACE en el 2017 se necesita mayor apoyo financiero y estimular a los nuevos usufructuarios; la capacitación, equipos, implementos, desarrollo rural y cambio de conciencia hacia una agricultura en armonía con la naturaleza y atractivos económico-sociales para los nuevos agricultores que permita la revalorización del trabajo de las y los campesinos. En este orden, perfeccionar los mecanismos para evaluar los niveles de sostenibilidad