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Hombre, Ciencia y Tecnología ISSN: 1028-0871 Vol. 24, No. 1, enero-marzo pp.1-10, 2020 Condiciones estructurales y físicas en su entorno. El adulto mayor tiene necesidades de confort y
bienestar en el medio donde vive, necesitando de una adecuada iluminación y ventilación. Debido a la pérdida creciente de su agudeza visual, se deben propiciar lugares adaptados, sin barreras arquitectónicas que le impidan el traslado y la deambulación, evitándoles así, caídas y traumas que son fatales, como es la fractura de cadera o cualquiera de sus miembros. El desconchado del piso, escaleras desprotegidas, paredes agrietadas, entre otros factores, ponen en peligro su salud. Garantizarle transporte, viviendas adaptadas, redes de apoyo social y cultural son determinantes clave para que ellos puedan tener calidad de vida, independencia y autonomía durante su vejez.
Radiación: la acción de una radiación ionizante sobre los tejidos de los organismos vivos tiene como resultado que las funciones de las células pueden deteriorarse de forma temporal o permanente y ocasionar incluso la muerte de las mismas. La gravedad de la lesión depende del tipo de radiación, de la dosis absorbida, la velocidad de absorción y la sensibilidad del tejido frente a la radiación. Los efectos de la radiación son los mismos, tanto si esta procede del exterior, como si procede de un material radiactivo situado en el interior del cuerpo. Los efectos que aparecen tras una radiación rápida se deben a la muerte de las células y pueden hacerse visibles pasadas horas, días o semanas. La radiación en pequeña cantidad, aunque no mate a las células, puede producir alteraciones a largo plazo.
Se pueden producir trastornos graves a la salud, dosis altas de radiación sobre todo el cuerpo, producen lesiones características, deterioro severo en el sistema vascular humano, edema cerebral, trastornos neurológicos y coma profundo, puede causar muerte en las 48 horas siguientes. Los daños dependen de la cantidad absorbida por la persona, cuando el organismo absorbe entre 10 y 40 Gy de radiación, los trastornos vasculares son menos serios, pero se produce la pérdida de fluidos y electrolitos que pasan a los espacios intercelulares y al tracto gastrointestinal. El individuo muere en los diez días siguientes a consecuencia del desequilibrio osmótico, del deterioro de la médula ósea y de la infección terminal. Si la cantidad absorbida oscila entre 1,5 y 10 Gy, se destruye la médula ósea provocando infección y hemorragia. La persona puede morir cuatro o cinco semanas después de la exposición. Los efectos de estas radiaciones poco intensas, son los que pueden tratarse de forma eficaz. La mitad de las personas que han recibido una radiación de 3 a 3,25 Gy y que no hayan recibido tratamiento, pierden la médula ósea.
La radiación de zonas concretas del cuerpo (radiaciones accidentales), produce daños locales en los tejidos, se lesionan los vasos sanguíneos de las zonas expuestas alterando las funciones de los órganos. Cantidades más elevadas, desembocan en necrosis (zonas de tejido muerto) y gangrena. Efectos retardados de las radiaciones son menos grave si se manifiestan en muchos órganos, en concreto en la médula ósea, riñones, pulmones y el cristalino de los ojos, debido al deterioro de los vasos sanguíneos. Como consecuencias secundarias aparecen cambios degenerativos y funciones alteradas. No obstante, el efecto retardado más importante comparándolo con personas no irradiadas, es el aumento de la incidencia de casos de cáncer y leucemia. El aumento estadístico de leucemia y cáncer de tiroides, pulmón y mama, es significativo en poblaciones expuestas a cantidades de radiación relativamente altas (más de 1 Gy). En animales de experimentación se ha observado una reducción del tiempo de vida, aún no se ha demostrado en seres humanos.